Después de semanas pensándolo llego a la conclusión de que debo decirlo; aunque sea inútil, no me arrepentiré más delante de mi silencio cómplice, de ese seguir adelante todavía una jornada más, como otros muchos, como casi todos, permitiendo que suceda.
Escucho cada día hablar de cómo está desapareciendo el estado del bienestar, pero es mucho más. Pasito a paso volvemos al estado decimonónico del que apenas habíamos comenzado a salir y, todo ello, con el quietismo de nosotros ciudadanos de a pie.
Empezaron despacio, aplicando soterradamente esa sutil estratagema de convertir al proletario en burgués por el sencillo trámite de hacerle creerse propietario ,cuando lo cierto es que lo estaban convirtiendo en un esclavo que por generaciones debería sumas nunca enjugables a los bancos: Tenga, tenga -decían- y fuimos teniendo ¿Teniendo? ¡Por supuesto! De entre las personas cercanas solo recuerdo al conocido del primo de un vecino al que habían dicho que uno de su calle no tenía ninguna letra que pagar ¡Pobre infeliz!¡Tan desclasado!
Nos animaron luego a ser emprendedores y tener nuestros propios imperios inmobiliarios. Las tierras del pueblo, aquellos inútiles terrenos que dejara el tío abuelo y que ya nadie cuidaba, aquellas que en mitad de la nada no apetecían ni para comerse una tortilla en los veranos, pasaron por arte de birlibirloque a ser objeto de deseo (¿?) podían convertirse en campos de golf, en apetecibles “resorts”o en urbanizaciones … El vecino resultó competencia, el pariente socio indeseable y nosotros, que no habíamos salido del barrio sino para ver una película de estreno en el centro, disfrutamos cruceros, monovolúmenes en que llevar al perro al spa y a los niños a esquiar a las pistas de nieve artificial.
Nos convencieron de lo inapelable de la civilización digital, de que la señora Eusebia, que aún se liaba con la rueda del teléfono, tuviera una blackberry para mostrar las fotos de los nietos o para anotar la lista del mercado.
Y de pronto un día empezaron a hablar de burbujas que no eran las doradas del freixenet, de crisis y a hacérnosla sentir, a dejar de aceptar aplazamientos para los que hasta ese momento no habían tenido empacho y a refrenar el ritmo.
Como ya todos somos parte del tinglado -O eso nos dicen ellos que saben- no nos conviene dejarlo caer así que venga, todos a arrimar el hombro, todos a apretarse el cinturón, todos a reducir… ¿Todos? NOOOOO, el malo malísimo del sindicalista corrupto, del funcionario que tiene su puesto fijo para siempre jamás, no se están arremangando y apretando lo suficiente, no digamos de quien aúna en su persona ambas cataduras, así que por su culpa tenemos que aguantar con lo que venga. Si hasta los directivos de los bancos se recortan el sueldo, pobres.
¿Pero es que nos hemos vuelto idiotas todos de golpe? ¿Qué le importa al señor Rato que en su nómina figure una cantidad menor, por la que lógicamente pagará menos IRPF, si luego va a recibir otros beneficios, comisiones, incentivos y leches que no regulan las leyes, si se repartirá beneficios conseguidos entre otras cosas por las inyecciones de liquidez que vamos a proporcionarles a esas entidades? ¿De verdad no se dan cuenta ustedes señores de que al reducir las plantillas de funcionarios, el trabajo pendiente se encomienda a la gestión privada, a los mismos que ya no daban abasto en sus jornadas o que sencillamente se queda sin hacer? ¿Es que la gestión privada de esos servicios va a ser desempeñada de gratis por amabilísimos empresarios del sector correspondiente? ¿Se les ocurre pensar que todos esos menesteres se encomendarán a amigos? ¿Saben ustedes lo facilísimo que es convocar un concurso de méritos a medida de alguien? ¿Entra la Iglesia en concurso público en igualdad de condiciones con otras entidades?¿Piensan de veras que lo de Urdangarín es caso único? Basta ver las decenas de españolitos que ahora declaran contra este montaje, pero que no tuvieron empacho en cobrar poco o mucho sin preguntarse de dónde salía ni por qué. ¿Piensan que si no se hubiese destapado indirectamente habrían dejado de cobrar sus sesenta euros mensuales? ¿Creen que correrán a devolver el monto de esos salarios fantasmas? Yo tiendo a pensar que no, que somos demasiados españolitos dispuestos a dejarnos corromper y muchos los que se indignan no tanto por la quiebra moral como porque no han sido ellos los corrompidos. Los aspectos éticos, tristemente, quedan en un segundo plano. Así que no me vengan con cuentos, como el poeta, ya me sé todos los cuentos.
Mientras tanto y de un plumazo, hace unos días, nuestros sesudos gobernantes nos volvieron a muchísimo antes del Estatuto de los Trabajadores por el que, no lo olvidemos, tenemos definidos muchos de esos derechos que hoy nos parece que caen de suyo, pero que no, señores, que lo debatieron y propusieron esos sindicatos que hoy denostan a coro. Parecen olvidarse que para que nosotros tengamos vacaciones, permisos de paternidad y de lactancia, reconocimiento de tiempos trabajados u otras cosas sin importancia, tiene que haber quien acuda a reuniones fuera de horario, quien prepare y redacte las propuestas, quien estudie la normativa de otros países, quien se aguante las ganas de saltarle al cuello al adversario y ceda un poco para sacar otro. De eso también va vivir en un país civilizado, pero como no los necesitamos, no tendremos nada que ceder. Nos lo traerán cedido ya de casa y eso que nos ahorramos.
¡Qué suerte que muchos hayamos podido olvidarnos de lo que es tener que ir uno solo a ver si el patrón nos hace la merced de concedernos el día! ¡Qué fortuna que pocos recuerden que hace menos de cincuenta años muchos ciudadanos de este país no tenían ni cobertura sanitaria, ni pensión de jubilación, ni derecho a desempleo! ¡Qué pronto hemos olvidado lo que es tener representación legal a bajo coste cuando surge un conflicto y salarios de tramitación e indemnizaciones!...
¿Pero de verdad mis coetáneos no se dan cuenta? ¿En serio mis amigos están ya tan ciegos que no se están percatando de que entramos una vez más en su juego con estas oportunas cadenas de sátiras a Toxo y Méndez?
Pues eso, pongámonos a discutir si debemos o no dejarnos convocar por estos dos, indignémonos hoy mucho por las cantidades desorbitadas que cobran y sigamos sentados en el sofá o acodados ante la caña del domingo y dejemos que otros vuelvan a decidirnos el panorama. Los indignados necesitan su cota de protagonismo y no pueden sumarse a ellos, tampoco pueden los autónomos, a quienes “no les han conseguido nada” ni los parados, que lo son por su culpa y no por la del empresario que los despidiera porque el pobre ya no obtenía los mismos beneficios…
¡Qué bien les ha funcionado siempre a los depredadores dispersar a las presas! ¡Qué bien les sigue funcionando!¡Cuánto me recuerda la vieja fábula!:
”En estas disputas, llegando los perros, pillan descuidados a mis dos conejos” Yo me doy por aludida.
¿Han escuchado ustedes a algún representante de la patronal denostar públicamente a alguno de sus miembros por ganar más que él, por tener ganancias mientras otros declaran concurso de acreedores? Si hasta hacen piña y los reeligen después de haber dejado la empresa y a los trabajadores en la estacada. Ellos lavan los trapos dentro, acuden todos a una. Por eso siguen llevándose el gato al agua, porque siempre parecen juntos, porque no se dispersan y tienen el objetivo principal muy claro: Esto no; luego en casa, ya hablaremos.
Del mismo modo, nos van convenciendo para volvernos a la era del clientelismo, aquella que permitía volcar la administración del país cada vez que cambiaba el gobierno, aquella que generó la tan literaria casta de los cesantes y para cuya erradicación se ideó la figura de los funcionarios por oposición. Pues nada, convirtamos a los funcionarios en enemigos públicos, copiemos también en esto el modelo americano que tanto nos espanta en las películas y levantemos el país. La cosa es fácil.
Yo tampoco siento que Fernández Toxo o Méndez me reprepresenten, aunque me he beneficiado, como todo trabajador de este país de que existieran esos y otros sindicatos después de muchos años, yo también he encontrado funcionarios que se rascan los mismísimos cada jornada, pero es que además, me he topado con dependientes del Carrefur o el Eroski impresentables, con parados que abusan de su subsidio y con asamblearios a los que con gusto abofetearía cada vez que abren la boca, eso no me lleva a la conclusión de Candide, el personaje de Voltaire que en su conformismo afirmaba “Tout est pour le mieux dans le meilleur des mondes possibles”*. No me resigno a que otro día más me den pensado quienes son mis enemigos, cuando y como debo indignarme o que cosas debo tolerar.
Por eso a dia de hoy, siento que debo contar, aunque sea en esta miserable página, que me doy cuenta, que acaso no pueda impedirlo, pero no será por quietud, por silencio o por no tener claro contra que debo ir.
* TRADUCCIÓN: Todo es para lo mejor en el mejor de los mundos posibles