"Menos mal que existen los que no tienen nada que perder, ni siquiera la historia."

INCLUYENDO LA INCLUSIÓN


     Son ya  años  de leer y de intentar  comprender, de acercarme a un cierto modo de ver de mis congéneres, las supuestamente más afines por aquello de que, además de pertenecer a la especie- que no raza- humana, comparten también conmigo el haber nacido en el seno de la cultura europea y el llevar en sus cariotipos un par de cromosomas X.
Pero debo admitirlo, no logro que esto del llamado lenguaje inclusivo acabe de entrarme ni por la razón ni por los ojos. Comienzo por el propio adjetivo. Acostumbrada desde siempre al participio presente “Incluyente”, al que atribuyo no solo “capacidad de” sino la condición de actor que ejecuta la acción de incluir (que se supone que es lo que pretenderíamos con él) y que sin que yo sepa por qué va siendo erradicado de los decires de las féminas más doctas que yo en esto de la igualdad. Reitero ¿Por qué inclusivo y no incluyente? ¿Es imprescindible?
Continúo precisamente por la igualdad ¿Pero de verdad queremos igualarnos? Yo lo que pretendería sería otra cosa, pero  ya digo que soy poco dotada para estas cuestiones, así que acuden en mi ayuda cada lunes y cada martes decenas de amigas, de articulistas sin fronteras y de activísimas criaturas de mi género que tienen que explicarme que sí, que es imprescindible y que además, para visibilizarnos  tenemos que pelear contra el lenguaje sexista, contra los micromachismos del vocabulario y contra otras varias decenas de cosas terribles que yo, ingenua de mí, pensaba que se combatían de otras formas y empezando por lo sustancial.

     Casi siempre, después de sus sesudas explicaciones, sueño con hordas de “oes” que persiguen y acorralan a las “aes” en los pliegues de los diccionarios,  de taimados adjetivos que se disfrazan simulando su indefinición para zascarnos luego su carácter dominador y de otra variopinta, desasosegante  y numerosa biota lingüística poblando nuestro pobrecillo idioma, tan irresponsable él y tan cómplice. Luego se me pasa, también les digo. Cuando mis neuronas de fémina adocenada por la educación del patriarcado comienzan a situarse, entiendo que semejante delirio es más propio de ocurrentes que de personas ocupadas en las defensas sustanciales. Lo que me desasosiega es que descubro que la ocurrencia ha calado incluso en mujeres a las que considero serias,  capaces y combativas y a las que admiro en otros menesteres de la vida- y de la lucha-. Podéis imaginar mi frustración. Llego a temer que el leñismo  esté atacandome no solo a los miembros, sino al propio cerebro. Igual va a ser eso.

Empiezo entonces a recordar los otros idiomas que he tenido que aprender, el inglés, por ejemplo, donde no solo no se distingue género en muchísimos de esos sustantivos que nos acongojan, sino que incluso se ven afectados determinantes y adjetivos por propia norma. Me digo que eso debe ser porque los british, como son más avanzados, no necesitan esto de la visibilización lingüística exhaustiva y tal, pero también se me pasa, porque recuerdo todo lo que ahora han destapado del acoso, las reivindicaciones de actrices y cantantes famosas sobre el trato desigual, los vestidos negros, las rosas blancas las etiquetas MeToo... Visibilizar a fin de cuentas, luego no es esa la cosa.

     Una servidora no es muy docta en marketing y tal, pero como ya tengo unos años, me toco hacer algún curso y soy con toda seguridad objeto de estas desigualdades, procuro observar y tomar notas para mí misma. Si algo me ha quedado meridianamente claro es que cuando una reivindicación se hace incómoda, folklórica  y compleja no solo tarda en calar, sino que genera rechazo en muchos potenciales apoyos y que otros muchos se quedan en lo superficial sin acudir a la sustancia. Me da por pensar que una buena parte de  los usuarios de arrobas, equis, barras y otros recursos pueden ser ese tipo de personas que pasan horas y horas ante una pantalla de ordenador o de teléfono móvil y que en otros contextos suelen buscar  el modo de acortar sus mensajes y reducir caracteres, pienso también que este modelo resulta casi imposible de verbalizar fluidamente con lo que esa transmisión oral  se complica, se torna “anti- comunicativa”. Vaya, que parecen olvidarse de aquello de que el transmisor y el receptor deberían disponer de un código común. ¿Dónde está entonces la ventaja? Pienso también en mis pequeños alumnos de infantil y primaria, en su dificultad para escribir, para aprender la diferencia entre masculino y femenino que igual podría aprovecharse para explicar cosas sugerentes en lugar de dificultarles aún más su aprendizaje con adición de signos de uso complejo o duplicidad en el nombre de los meses del año, sin ir más lejos.

     Me resulta jocoso (y de esto algunos lectores no tendrán ni idea, pero está ocurriendo) que mientras los taxónomos se aprestan a sustituir las aes de los nombres científicos latinos (Chloroptera por Chloropterus, Personata por  Personatus, etc.) demostrando una escasa cultura de lo latino y sus reglas gramaticales y una falta de ocupación en otros menesteres sustanciosos, lleguemos las féminas a colocar a esas aes exiliadas en otros lugares denotando quizá parejo desconocimiento y ociosidad. ¿Podríamos unos y otras empeñar nuestras mentes en cuestiones menos enjundiosas pero más efectivas? Me temo que sí, pero que no es lo que interesa.
Lo resumo facilito: bienvenida la defensa del ser humano en su plenitud,  la no aceptación de lo segregador (o segregante), de lo violento y de lo sectario, pero lo demás son ganas de hacer que hacemos para seguir, en el fondo, sin entendernos.


#MeNeither


   Un personaje que probablemente representa a una mujer, se nos muestra desnuda y sonriente con el solo escondite de un antifaz amarillo y un sombrero. Con una de sus manos señala a otras manos-que a mí me parecen estratégicamente ubicadas para cubrirle sus partes pudendas-jugando al "piedra-papel-tijera" por delante de ella ; casualmente o no tanto, tales manos tienen los colores de tres partidos políticos. La segunda mano de la supuesta moza hace una peineta digna del mejor Bárcenas. 155 sombras, se titula el dibujo que pretende ser un anuncio para carnaval.Se me ha ocurrido opinar que no entendía el exceso de escándalo y, menos aún, que una ministra que ha reducido drásticamente su atención a la ley de igualdad se permita opinar sobre un asunto municipal como un concurso de carteles en los términos en que o ha hecho. Ya se imaginará quien lee, se me han echado encima con argumentos del tipo de "sierva del opresor" "tío con défitit de encuentros sexuales" y otras maravillas de la dialéctica. Donde yo veía lo que he descrito, ellas ven una pobre señora sometida al tocamiento de desconocidos, a la violencia implícita  y expuesta al escarnio más atroz (Eso me lo ha explicado luego otra interviniente).Supongo que me faltó inteligencia para apreciar en un dibujo casi naif tantos daños o que mi mente es bastante menos retorcida que las suyas. ¡vaya usted a saber!
El cartel ha acabado censurado, pero la realidad es que me apetecía explayarme sobre un asunto que como mujer y como ciudadana me afecta y este puede ser un pretexto tan malo como cualquier otro.

   Después de semanas leyendo sobre la campaña #MeToo, sobre los supuestos desencadenantes y sobre la aparente obligación de toda mujer que se tenga por tal de secundarla, después de semanas, digo, echaba en falta algún contrapeso, alguna ligera duda. Por eso, cuando hace  pocos días pude leer sin filtros ni traductores,  la carta de Deneuve y otras féminas francesas, me dí a ello con interés. Tampoco acabé de encontrarme reflejada, debo reconocero, pero admito que me reconfortó el que, cuando menos, alguna mujer adulta y bregada osara poner en duda el bienpensar que nos llegaba desde los USA con la misma eficacia que hace pocos años nos llegaron las cincuenta sombras de Grey. Ni la supuesta osadía de aquellas, ni este pretendido reconducimiento de las cosas han conseguido en mi caso más que afirmarme en laconvicción de que aquella es una sociedad pacata, puritana en su fondo (como cabía esperar viniendo de donde viene) y muy infantilizada. De ahí que los estereotipos, las simplificaciones interesadas y las campañas bien aderezadas puedan prender allá con mucha mayor facilidad que la reflexión, las multiplicidades y las salidas de cuadro. ¿Qué se puede esperar de una sociedad que hace motivo de escándalo y conversación recurrente un pezón y lo lleva hasta el punto de modificar para futuro el desarrollo de un evento televisado?-Recuerden a Janet Jackson en la Superbowl- o que es capaz de plantearse si los muñecos de los Muppets son o no gays y pueden perjudicar a la tierna infancia? Yo, desde luego espero exactamente NADA, aunque sí respeto, admiro y valoro la labor de algunos individuos de aquella sociedad.

   Lo que me es más trabajoso es admitir que en esta nuestra veterana Europa, más acostumbrada a filosofar y matizar las cosas, hubiera prendido tan ardientemente esta oleada. Como mujer, como ciudadana, como persona, me espanta que la moda se lleve por delante lo esencial.

   No puedo posicionarme, y nunca lo haría, a favor del acoso ni de la violencia, Militaba contra ella en esta tierra desde antes de que  ello fuera tendencia- a lo sumo tendencia a la cárcel- pero de ciertos relatos de estos días sí que me siento enormemente distanciada como persona y como mujer. Si usted, señora o caballero, se sintió mal con estos actos y así lo manifestó, si pese a ello la otra persona persistió, es un patán, un impresentable y una escoria, si era usted demasiado joven o no se encontraba en condiciones de manifestarlo y la otra parte lo sabía,incluso se aprovechó de ello, también. Pero dejémonos de cacerías irreflexivas, de tiros al blanco y limpiezas orquestadas. Como todas las anteriores, ésta podría llevarnos demasiado lejos y dejarnos demasiados daños colaterales.

   ¿A nadie sorprende que en estas denuncias masivas, en estos relatos no hayan aparecido mujeres acosadoras sean hetero u homosexuales? ¿Es que no las hay? ¿Es que no hay mujeres machistas? No se mientan, existen,  de ambas clases, lo sé, de hecho, si me adhiriese al dichoso #MeToo tendría que citar a alguna, pero como el asunto lo zanjé en su momento, no lo haré hoy. ¿A nadie sorprende el elogio generalizado al discurso de Oprah que, si no acosadora sexual, no tiene precisamente fama de blanda entre sus empleados? Cito solo dos de las centenares de dudas que se me van planteando cada vez que alguien me invita a la fiesta.

   A mi entender, focalizar en lo sexual o en la pretendida relación de pareja-siquiera ocasional- lo que es un mal de nuestra cultura y de nuestra sociedad es un mal comienzo. Si puedo asumir que vivo en una sociedad machista y necesitada ya de cambio hace siglos, tampoco ignoro quienes educan mayoritariamente a los hijos: sus madres y sus sacerdotes (que también han educado a aquellas y que, a su vez, educaron hijos sacerdotes en una retroalimentación que se pierde en la noche del cristianismo que, no casualmente se origina en una concepción asexual- o zoófila, según quien lo valore- o aún antes, en sus antecedentes judaicos). Esta es la primera cuestión. Y ambos sectores, madres y sacerdotes, proponen en su mayoría un enfoque culposo de pulsiones y apetencias, de ello resulta una represión que cada cual gestiona como puede o rompe, a menudo por muy mal sitio.

   Por otro lado, esta sociedad asienta otras de sus patas en doctrinas sociales y económicas que promueven la prevalencia del más fuerte, la competitividad y el individualismo como valores esenciales. Así las cosas, el ciudadano tiene que imponerse, ser líder de su manada pequeña, mediana o grande cueste lo que cueste. En ese costo, por supuesto, se incluye la acción violenta, aunque el violentador no siempre acuda a su cuerpo físico.Y al hablar de manada estamos refiriéndonos a algo mucho más próximo a cada uno de nosotros que la denostada banda de San Fermín. Manada, oiga, es su familia, su grupo de amigos o su entorno de trabajo. Empiecen a entenderlo si no lo sabían ya.
Si el niño no responde a los modelos lo mandamos a campamentos- paramilitares aunque lo escondan con denominaciones más sugerentes- y hay quienes incluso añoran el propio servicio militar como pretendida respuesta a demasiadas cosas. El ejército, esa estructura secular donde no cabe la reflexión ni la duda ni la diferencia, será la solución. Así, aumentamos gastos en armamento, mientras suprimimos la filosofía y las artes de los planes de estudios y pretendemos IM-PO-NER la buena conducta, no hacer pensar sobre su conveniencia. Si la diferencia genera conflictos en la escuela, no promovemos la empatía, ponemos uniformes a los niños. Escondemos o vapuleamos (física o psicológicamente) al diferente, al libre, al creativo.¡Hasta la creatividad pretendemos estandarizar! En resumen, la violencia lo es a pesar del género y diferenciar unas violencias de otras llevaría a concluir que algunas podrían ser buenas.Llego a temerme que esa sea a veces la intención.

   Con respecto a lo que llamamos machismo me he pronunciado a menudo y redundo en ello. El modelo da prevalencia al varón en casi todo y donde no se la da directamente, lo aparta, así, a saco (No se llora, no se viste de rosa, no se juega con muñecas, no se practica la gimnasia rítmica, no puedes ser reina de las fiestas, ni llevar vestidos de tul...) Es curioso que veamos micromachismos a cada paso y no seamos capaces de apreciar la macroestulticia general de ciertos enfoques. Queda mucho por corregir, pero si va a ser así, conmigo que no cuenten. Reclamo mi derecho a la diferencia. No quiero ser igual, quiero que no importe ser diferente y que no se me imponga lo que puede ser elegido

   En esta línea, retomo el asunto del dichoso #MeToo y sus colaterales. Es muy sencillo de explicar: Lo que dos o más personas libres, en igualdad de posibilidades y con pleno conocimiento de las reglas de SU juego aceptan, bueno es. El resto, no importa qué medio de coerción sea usado para ello, me tendrá enfrente. Que un hombre me mire, que no atine a convencerme, que le gusten cosas que no me gustan, no son per se delitos ni motivos de otra cosa que un NO educado y tan respetuoso como el respeto que espero de él, si el avance continúa, entraremos en lo intolerable, no importa si es sexo u otra cosa, pero lo decidiré yo, no un ejército de bienpensantes. El acoso es acoso, no necesita colgajos ni léxicos ni orgánicos para ser despreciable, pero no es acoso todo lo que se le ocurra a un oscuro establishment en su despacho de maquinar tendencias.

   Me encanta disfrazarme, soy un disfraz perpetuo, puedo llegar a parecer un árbol de Navidad y sé que a veces, mi disfraz puede resultarle confuso al otro. Apoyo ese #NoEsNo, pero no condeno la confusión del otro si respeta mi negativa. Del mismo modo, querría que se respetara cuando pueda decir sí, cualquiera que sea el disfraz del de enfrente ¿Estamos también en eso? Ahí mis dudas.De condenar una conducta inaceptable pasamos a repudiar la obra del acosador, la pretender modificar las creaciones nacidas en otro tiempo y en otro contexto, a satanizar cuanto ha pasado por sus manos o su cerebro. Ahora resulta que ni Woody Allen, ni Polansky son tan grandes cineastas, ni Kevin Spacey tan gran actor ni cosa parecida.Sería como denostar como autor a Lope de Vega por ser mujeriego, sacar a Caravaggio de los museos por pendenciero y depravado... De esto ya tuvimos en otros tiempos. En segundos hemos pasado del "Los trapos sucios se lavan en casa" a sacar las coladas llenas de mierda a la plaza para limpieza pública y colectiva ¿No recuerda a algo?¿No suena inquietante?
No, no todo vale en la lucha contra el mal, que existe, ni siquiera cuando lo denuncia Oprah y la aplaude Meryl Streep. Yo estoy en otra cosa.  Yo TAMPOCO.