"Menos mal que existen los que no tienen nada que perder, ni siquiera la historia."

¿A quién sirven cuando dicen que me sirven?

 No. Pablo Hásel no es Teresa de Calcuta, pero es que ni siquiera Teresa de Calcuta lo era. No voy a despistarme escribiendo sobre el lado oscuro de una señora que nunca acabó de entusiasmarme. Quiero más bien analizar  lo que está sucediendo desde que se pidiera ejecutar la sentencia impuesta al rapero.

Los que se pretenden guardianes del buen hacer ciudadano, reiteran que Hásel ha dicho cosas muy feas, muy crueles  a veces y, en todo caso, muy inoportunas para la “marca España”-jatetú- Pues no me sirve para justificar que estos decires sean enjuiciables. No repetiré sus tuits, ni sus creaciones, ni hubiera prestado más de unos segundos en este señor si no fuera precisamente porque se le ha detenido. Una vez dicho esto, me planteo lo sucedido en esta supuesta defensa de su liberación. ¿A quién están beneficiando los disturbios de estas dos noches? No desde luego a la mujer que ha quedado tuerta de por vida y dudo más que mucho que a la libertad de expresión. 

La defensa de derechos, a veces-demasiadas veces-no encuentra caminos, pero deben buscarse, deben intentarse antes de renunciar a todo lo que no sea barbarie y, la verdad, no encuentro que haya sido el caso. Me gustó y me generó esperanza el ver a tantos jóvenes formando un cordón en torno al creador, me conmovió, lo admito. Sentí mucha rabia y mucha vergüenza cuando vi que finalmente lo detenían. ¡Eso sí que hace daño a la dichosa “marca España”. Eso sí que da la razón a quien duda de la perfección de esta democracia que decimos tener. No, no es perfecta una democracia que necesita esbirros para mantenerse. Pero reconocer con dolor que no tenemos lo que queremos, no hace bueno ningún acto de violencia gratuita.

Estoy tan convencida de que éste no es el camino, que llego a pensar en manos que mecen las cunas y voces que arrullan a estos jóvenes y que están más cerca de Mr. Trump que de la defensa de las auténticas libertades cívicas.

 Pensemos por un momento en ese gobierno que evalúa si concede el indulto o si modifica una norma. Si lo hace hoy, parecerá que lo hace a resultas de la violencia ¡Y no faltará quienes nos lo valoren así! En cambio ¡Qué bonito paseo le han regalado a las autoridades madrileñas para aventar el mal rollo de las elecciones catalanas o el tufo que sigue llegando desde las cosicas de Bárcenas y Villarejo...! ¿Qué bien aporta a la causa de la libre expresión este jolgorio insano?

Luego lloraremos y nos preguntaremos cómo pudo pasar, pero para volver a la senda del entendimiento entre ciudadanos y al respeto por la creación y los derechos de los demás, no podemos amparar, ni justificar,  el vandalismo;  ni el de quienes arrancan los adoquines ni tampoco el de quienes se lo llevan al pleno de la Asamblea de Madrid para arrojarlo, siquiera sea en sentido figurado, a las cabezas de sus rivales.

No, todo no vale, todo no está justificado y quienes se ocupan de lo mío, deberían tener muy claro, no porque yo lo diga en este mísero blog, sino porque su altura moral y sus capacidades democráticas les dotaran para ver con más claridad cuál es la senda. De lo contrario-me sumo al sentir de muchos- tendremos que concluir que, en efecto, esta democracia es todavía demasiado precaria, demasiado imperfecta y demasiado frágil y que cualquiera puede usurparla para decir que nos defiende cuando sólo está defendiéndose a sí mismo y a lo suyo. No compro.