"Menos mal que existen los que no tienen nada que perder, ni siquiera la historia."

EXTRACTIVOS, EXTRAYENTES



Sólo había una tarea, estar a la altura.

Hacer caso a quienes saben apenas un poco más que el resto parecía un proyecto fácilmente asumible. Que la salud de todos fuera el asunto principal, casi el único asunto, podía parecer a los ingenuos algo de cajón, pero se trataba de eso, de ingenuidad. En menos de dos meses- se cumplen ahora- empezó a salir por determinadas grietas el fluido mal contenido  del egoísmo individual. Era de esperar. Suponer que en esta sociedad elaborada a golpe y parche íbamos a aguantar algo más que esto era creer en hadas y el españolito es más de otros entes fantásticos. Los cuentos de hadas son todos importados.

En la primera semana, mientras era todo novedad, nos llenábamos la boca de bien común y cánticos, compartíamos propuestas por las redes y nos sentíamos estupendos. Era fácil, unas vacaciones temáticas sobrevenidas, como un juego de rol o un reto. Solo quienes tenían el monstruo en casa- que no siempre era el coronavirus- percibían con terror la posibilidad de que este asunto fuera a extenderse mucho tiempo.

Sí, mientras la cosa iba de dejar que otros hagan, fue posible. Aplaudíamos a quienes tenían que jugársela ahí fuera y organizábamos los armarios. Hemos tenido hasta la ocasión de ser solidarios y creativos, cada cual a su manera, cobrando protagonismo con ocurrencias para “ayudar en redes”...

Como si fuéramos niños-Y a fe que con frecuencia lo parecemos- Nos proponían eso de “Frenar la curva” y nos suministraban cada día dibujitos. La mayoría no entendía nada, como no entienden de virología, de epidemiología o de macroeconomía, pero era estupendo para los atrevidos de codo en barra- Esos que ahora llaman “cuñados” con evidente toque machista, como si no hubiéramos cuñadas la mar de ocurrentes y peligrosas- Cualquiera había encontrado un enlace que proporcionaba la clave del asunto.

Para unos días está bien. Tiempo sabático que todos hemos añorado en nuestro hiperestructurado día a día de primermundistas. Hasta podíamos reirnos del “cuñadismo” de otros y compartir “memes” Pero esto no es un simulacro, así que- igual que cuando pasa Nochevieja empieza a entrarnos la prisa porque los niños vuelvan al cole y nos sobran las ofertas de turrón y polvorones- empezamos a cansarnos de coser mascarillas, de pintar arcoiris y seguir tutoriales de macramé o de yoga. Tuvimos que empezar a asumir que si no leíamos no era solo por falta de tiempo y que nos podían más probar las recetas de rosquillas que conseguir un culo como Beyoncé . Y el dichoso gobierno, que sigue sin devolvernos las llaves del Escaperoom.

Empiezan los problemas. Como dicen las abuelas, bien está lo que bien acaba. Pero resulta que esto no ha acabado, que no estábamos en un juego, que aún no sabemos cómo va a acabar y que los sanitarios están agotados, que el fantástico mercado que nos hemos ido dando es capaz también de especular con  EPIs, con respiradores y hasta con vidas, las nuestras.

Ha empezado el siguiente nivel y nos lo han estampado en la cara los de siempre.
Curiosamente, salta la chispa en un barrio de Madrid, no en cualquiera, en el de Salamanca (el más rico del país junto con La Moraleja, también en Madrid  y Vallvidrera en Cataluña). No los llaméis Cayetanos, ni Borjaliebers, o mejor dicho, no los toméis a broma.  Ellos ya no quieren jugar y van a volver a imponer las reglas a poquito que nos dejemos.  Quieren “libertad”, dicen. Ellos, los que pueden teletrabajar y querían colocarnos la excelencia de tal cosa-o más aún, encomendar a otros que teletrabajen para ellos- Ellos, los que pueden comprar on line con tarjeta y que tenían quien les hiciera la compra, les planchara los polos o cuidara de sus hijos cuando se ponían pesaditos, los que un día pueden pedirse a domicilio menús de cinco tenedores y otros días fingen comer bocadillos de calamares por casticismo -que no por necesidad- no tienen bastante con su emprendimiento digital y se aburren en casa. Quieren poder abrir ¿No se estarán aburriendo de sí mismos? ¿No será que les asusta valer lo mismo que los pringadillos de San Cristóbal, de Villaverde y de Carabanchel?...

Sé que hay otros ciudadanos indignados en todo el territorio y que alguno ha podido ver, desde la distancia, con cierta afinidad lo de estos días en Madrid. El gobierno no está siendo un dechado de aciertos y claridad en su gestión, eso lo vivimos todos.

Intentemos ser un poco serios. A los que llevamos dos meses sin ingresar un euro, no asusta lo que viene (No es futurología, está ya aquí, a nosotros nos llega sí o sí) pero es muy sintomático que estas personas no hayan salido a reclamar respiradores, no han corrido a las ONG´s de los barrios para repartir con sus cacerolas comidas  para quienes no pueden tirar de ahorros. Ni siquiera están estableciendo redes de apoyo a emprendedores de entre los suyos que están de verdad pasándolo mal. No hay propuestas alternativas, quieren seguir a lo suyo. No hablaron jamás de dictadura ni ante la “Ley mordaza” ni mucho menos aún ante las anteriores. Empiezan a salir, haciendo burla de “la paguita”, cuando el gobierno empieza a hablar de un ingreso mínimo vital que ya proponen muchos otros dirigentes mundiales-nada sospechosos de “bolivarismo”-o de impuestos de solidaridad (claramente definidos como TEMPORALES) para los patrimonios superiores al MILLÓN DE EUROS. No es solidaridad, ni libertad para todos lo que están reclamando, es SU libertad para seguir haciendo y no es ni su solidaridad, es poder continuar con sus limosnas cuando necesiten sentirse bien o hacerse selfies. Y es, sobre todo IMPUNIDAD para seguir con sus cosas como lo han hecho siempre.

Son un COLECTIVO EXTRACTIVO, que lleva generaciones sacando del medio las materias primas, de sus congéneres el sudor, la sangre y hasta las ideas. No son quienes construyen ni quienes crean, que no nos engañen. Recogen lo generado por otros o por la propia naturaleza y lo acaparan para sí. Son un colectivo que todo lo ha conseguido con dinero desde hace mucho, pensando siempre que pagaban demasiado y que  no se ha tomado entre tanto el tiempo de interesarse sobre lo que no pueden comprar. No han entendido aún que una parte de esa impunidad que reclaman no podría dársela ni siquiera otro posible gobierno, de los suyos, porque hay un virus pasando al cobro la factura sin mirar qué franjitas de qué colores llevas en la muñeca.

Se habían creído que hasta su salud podía pagarse y la convirtieron en un negocio más. Cuando el negocio les falla, cuando no llega, desde el estupor y el susto, empiezan a culpar a otros, pero, incapaces de aprender, en cuanto parece que escampa, quieren volver a las andadas, esas que no requerían más esfuerzo que tomarlo todo otra vez en su mano.

Están indignados, pero no por ti, no por nosotros. No nos confundamos, están indignados porque en estas condiciones de semiclausura no se sienten privilegiados, aunque continúan siéndolo y se retratan con frases tan definitorias como “No voy a resolver los asuntos de la Comunidad en la mesa donde me tomo la cena”. ¿No es obsceno cuando hay niños haciendo los deberes en una esquina de la mesa de la cocina con una tablet prestada o incluso sin tablet? Pero no, niña Isabel- solo un ejemplo-  no se da ni cuenta. Usa el mismo tono chulesco y convencido que ha usado toda la vida. Se viste de negro, se planta la bandera con el crespón de fondo de pantalla y la mascarilla al cuello y se indigna ¡Faltaría más! Porque ya está bien de no poder acudir a las terrazas de Castellana o al golf al club de campo. Y con ella se indignan los Pocholos, las Nenés y una parte de Gorkas y Borjitas y Aranchas (Con C y H, por supuesto, que todo lo euskera les da un poquito de repelús congénito, pero que como nombres que dan estatus les suenan tan bien).

En España hay otros empresarios, otros ricos, otros conservadores, los que distan de mí, de nosotros, desde la reflexión y la cordura. Esos, precisamente esos, los que servirán también para levantarnos cuando todo vaya pasando, aunque nos separe una distancia que no tiene connotaciones sanitarias,  no se van a golpear las cacerolas haciendo ruido, como las vacas mueven los cencerros cuando se las achucha con la vara. Cuidado, no nos vayamos a confundir, que estos otros no son vacas, son vampiros y ya tienen mucha sed.