"Menos mal que existen los que no tienen nada que perder, ni siquiera la historia."

DE MIEDO, REFAJOS Y OTRAS COSAS.

                             -I-
     Hay niños revoltosos que no correrán por la que era su calle, niñas coquetas que no se mirarán en un espejo antes de salir con sus amigas, niños y niñas traviesos que no importunarán a sus hermanos, que no se caeán de la bicicleta ni guardarán cromos en el bolsillo... Un mal día, con esas criaturas se cruzó un destino que no debería existir para quien aún tiene tanto barro que amasar, tantos desollones por bordar en las rodillas, tantos trazos de chocolate que pintar en la cara, ... Tantos sueños que tejer, tantas pequeñas y grandes disputas por afrontar, por descubrir, por vivir. Tantos tanto se quedan pendientes, oscilando como la hoja seca en la punta de una rama que ya nunca será verde. Hay niños que no están, que no estarán, que no van a volver. No sirven los conjuros, por sofisticados que sean, ni los gurús poderosos, ni los sacrificios en los más complejos altares.

     Y hay niños que aún aquí, a nuestro lado, o en el lado de enfrente, tampoco están. Porque su corazón sigue latiendo, pero no van a ser niños nunca más. Unos y otros se nos han escondido para siempre y no habrá cómo descubrir ese oscuro agujero al que fue a parar su niñez.

     La vida y la muerte son también eso. A veces los adultos tomamos plena conciencia del  hecho de una forma brutal, desarmante. Otras veces, convivimos con ello sin consciencia hasta que, de nuevo, la cruda realidad nos sacude un buen golpe para que no olvidemos lo frágiles que son, lo frágiles que somos nosotros, que pretendíamos saber cómo guardarlos.

     Por eso no me asombran las rabias más o menos contenidas,  las riadas de escritos y las ineludibles tertulias televisadas. Tampoco me sorprenden, hoy que hay redes, los miles de hilos de todo tono y las entradas de blog, como la mía propia. Necesitamos el exorcismo.

     Lo que sí me sorprende, o mejor diré, me ofende, es cómo esas personas que llamamos a cuidarnos de nosotros mismos, esas a quienes otorgamos autoridad para que la pulsión de venganza irreflexiva no nos destruya, corren a sacar tajada de ese nuestro miedo, de nuestro daño individual y colectivo no ya como si fueran uno más de nosotros, sino peor aún, como si esa competencia que les dimos, otorgara también mayor derecho a su rabia, a su sed de venganza.

     Con todo este preludio, avanzo hacia donde  quería llegar. Quizá es que las palabras también permiten que me vaya ubicando para decir con sosiego lo que no debe decirse de otro modo, aunque el ánimo encienda otros modales...

     Duele hasta lo más hondo cuanto he escuchado sobre el crimen de Gabriel Cruz, sobre el de los hermanitos Bretón y el de Sandra Palo, sobre tantos otros. Duele y enrabieta hasta lo más íntimo, pero no somos como sus verdugos. Yo, al menos, quiero estar segura de no serlo. Por eso delegué en otros la búsqueda de justeza, por eso vivo en sociedad y acato normas que nos dimos y por eso quiero que nos vayamos dando otras. De lo contrario, habría tomado venganza en la primera ocasión de que tuve noticias, habría corrido a la plaza a lapidar o apalear al primer detenido del que supe en su día. No lo hice porque no es eso lo que quiero de mí ni de los míos. Porque quiero que la sociedad en que acepto vivir sea mejor que ellos, porque quiero pensar que es posible la redención y porque pienso también, que guardar nuestros fracasos como sociedad en un armario con cien vueltas de llave no hace sino empeorar las cosas, como cuando dejas por resolver y para otro momento el desorden del trastero , como cuando tapas con un cuadro el deterioro del muro. Cuanto más tiempo pasa, peor será lo que veas al abrir la puerta, al desplazar el lienzo. Y esa mierda va comiendo lo que sí vale, puede acabar comiéndote, comiéndonos. No, no es ese el modelo que quiero darme, porque sabe a cobardía, a asunción de incapacidades, a huída y yo quiero tener esperanza, elijo seguir creyendo en la especie humana pese a todo.

     No me sirve el relato de quien argumenta que es por previsión.Hoy en vigor,  no ha servido  para impedir que suceda lo que sabemos, no tengo porqué creer que los futuros asesinos sí se sentirán acobardados por ello. Ningún asesino piensa en la pena de después, todos están ocupados en su ahora.

     Yo no quiero que mi sociedad y mis políticos se ocupen solo en su ahora, no quiero que sean yo en mi peor yo, para eso no necesito intermediarios.Por eso, elegí no ser verdugo de mis propias causas, ni juez en ellas. Por eso acepto que la norma se deje a manos de personas que deberán ser más equilibradas, más constructivas, más justas, de ello viven y por ello les pago a través de mis impuestos. La otra opción, la que yo no quiero y cabe plantearse, es encomendar la venganza a equipos de sicarios o armarnos nosotros mismos contra ellos. Tampoco parece que ese método haya resuelto nada.

     Es mentira interesada que los condenados puedan salir en nada si alguien no se esmera en que así sea, lo que es más cierto es que para la víctima los años no pasan, nunca es tiempo suficiente para curar el daño, porque es daño incurable. Se aprende o no a convivir con esas cicatrices, pero siguen ahí, tenemos que saberlo.

     Con la ley actual, excluída la PPR,  no cabe evaluación posible antes de 20 años para las penas de 40 (2/3 de condena cumplida antes de la primera evaluación) y caben  al menos otros 20 de alejamiento de las víctimas. Esa es la norma a la que deberán someterse quienes a fecha de hoy han de ser juzgados por asesinato y, como se sabe, las penas no tienen efectos retroactivos así que, si algo había mal respecto a casos anteriores, cambiar la ley ahora no va a devolvernos nada. Lo que no se dijo o hizo en su día, no va hacerlo una norma de dudosa constitucionalidad y más que dudoso sentido social.

     Si las evaluaciones fallan, que temo lo hayan hecho varias veces, el esfuerzo deberá encaminarse a esos exámenes, a esos equipos evaluadores, a esos tribunales. Pero sepamos algo, aún así, mejorando en la redención,  es IM-PO-SI-BLE evaluar la peligrosidad de alguien en forma objetiva e infalible. Vivir tiene riesgo, por definición. nadie puede asegurarnos la ausencia total de error ni en un año ni en doscientos.

                                  -II-
     Hay calles por las que asusta pasear. Hay escalofríos privados y secretos en los subterráneos, en las estaciones de metro a las llamadas deshoras- ¿Por qué unas llevan prefijo y otras no si son todas tiempo?- Hay cautelas y trucos para ciertos riesgos que no deberían enseñarse a nuestras niñas, pero siguen ahí, en el acervo cultural de madres, hermanas, tías y abuelas.

     Acaso porque tuve que trotar pronto sin esas manos tutoras, no aprendí que debía temer lugares, compañías y usos. Por contra, fue la propia vida quien hizo que me precaviera de bastantes cosas. Creo haber conseguido, sin embargo, o al menos he intentado, no transmitir el miedo a mi hijo, acaso arriesgándome a que lo descubra por sí mismo -Los niños varones también corren sus riesgos- pero de lo que sí estoy segura es de no haberle enseñado a provocarlo en otros y me cuesta entender este mensaje de quienes culpan de todo a nuestra sociedad machista como si eso de sociedad fuera ajeno a ellos, como si hubiera sido inevitable hacer hijos matones, chulescos, abusones, violadores. Como si esos hijos no hubieran pasado por unas madres, tías, abuelas durante años.

     Por eso me preocupan, a la vez que agradezco, estas mareas de hembras enrabietadas por una sentencia. Es como si los miembros del tribunal se hubieran generado de la nada y todas fuéramos de siempre libres, igualitarias y magníficas. Puestas a exaltar nuestra grandeza de féminas, las hay que hasta aseguran que la magistrada, miembro -o miembra como le gusta a algunas- del tribunal sentenciador, no estaba a favor de la calificación que al final se ha dado al delito de Pamplona -Quizá sea cierto, pero no me suena veraz. Si así hubiera sido, qué menos que un voto particular bien argumentado por su parte. No voy a extenderme en ese aspecto- Digo que me preocupan porque a la postre, como hace un par de meses otros hechos, el asunto se saca a las calles de la peor manera, con sed de venganza y con poco más por parte de los ciudadanos, pero con un muy buen cálculo por parte de quienes llevan tiempo interesados en seguir cambiando nuestro Código Penal para sus usos.

     Bienvenidas sean  la toma de conciencia, las voces de alerta, los basta ya y el apoyo a las víctimas. Cuidado y distancia para las ocurrencias ganavotos. Cualquiera que ahora mismo nos vende los ojos de violeta con la bandera feminista para colarnos un cambio de leyes, como quien  hace dos meses se erigía en defensor de la infancia envuelto en azul turquesa, está usando nuestra rabia para sus fines. Ni es cosa de banderas, ni las leyes son tan confusas como para que no hubiera cabido otra sentencia. La prueba es que a poco que ponga oído, una puede saber que hay magistrados que discrepan de este resultado, que ni en el tribunal ha existido la unanimidad, aunque fuera para mal.

     Lo que creo que ha sucedido, que viene sucediendo y "la sociedad"- ese ente al parecer ajeno a todos nosotros y que nadie sabe cómo llega hasta las cosas- ha permitido, es que en puestos donde se deciden cuestiones sustanciales vayan situándose personas inadecuadas, más por amiguismo o razones espurias que por razón de autoridad. Ha sucedido, que no solo no se ha reciclado y dotado a la judicatura conforme a la evolución social, sino que se la ha ido enquistando y sometiendo a los designios de quienes ni quieren, ni necesitan justicia, nunca la han necesitado, y si fuera por ellos, la eliminarían o la privatizarían del todo (ya andan en ello). No digo que esta sentencia la haya dictado el gobierno, no lo creo. Digo que llevan tiempo poniendo las condiciones para que puedan ocurrir la sentencia y su respuesta y para que, a continuación, puedan llegar ellos con su bálsamo de fierabrás.

     No sé cuanto necesita cambiarse el Código Penal, creo que no tanto como alguno dice, más aún si recordamos que el actual partido en el gobierno ya efectuó una amplia reforma en 2015 en la que se excluyeron varias reivindicaciones feministas, pero si sé que solo reformando las mentalidades dejarán de ser habituales los juicios sobre si llevamos o no refajo y cinturón de castidad -duda que también se plantean a menudo demasiadas mujeres-dejara de ser habitual que esas y otras prendas sean necesarias para andar por el mundo con sosiego.

     Solo  E-DU-CAN-DO, volviendo a educar y reeducar cuantas veces se haga preciso, será menos posible que un juez, cualquiera que sea el código que aplica, se plantee la duda de si la víctima era bastante víctima o cabría que lo hubiera sido aún más y esto no es lo que me están ofreciendo los pescadores en este río revuelto. Muy al contrario.

     Lo que me ofrecen, siguen en ello también ahora, es un modelo social de incultos, pacatos, acríticos, que les dejemos hacer a ellos que todo nos lo remedian, que velen por el buen pensar controlando los medios, las quejas, los enemigos, los derechos, las leyes y cuanto les sigamos permitiendo como sociedad. Abrir la puerta a nuevas leyes en el modo en que se plantea hoy, como ya nos hicieron con otros miedos como el miedo al terrorismo, es abrirles la puerta a que vuelvan a hacer de su capa un sayo y la verdad es que entre sayo y cinturón de castidad, me quedo con ninguno.

     No compro. Repito, como decía, no quiero que la mierda pueda acabar comiéndonos. Yo quiero tener esperanza, elijo seguir creyendo en la especie humana pese a todo. Cualquier otra cosa no será en mi nombre.