Pocos días atrás, mientras dialogaba con una alumna después
de clase, Brazoleño cayó en la cuenta de que casi siempre le faltan puntos de
vista para completar los puzzles.Incluso quienes pensamos ser abiertos de
mente, tenemos esa tendencia a etiquetar y amoldar las situaciones y los
individuos para entender el mundo que nos rodea y es esa misma tendencia la que
puede dificultar la visión.
Pocas cosas que no se hayan dicho en estos meses sobre creencias y velos, pero no tantas mirando y preguntando a quien
pueda tener opción diferente de la presupuesta. En el caso que refiero, la
muchacha, muy joven y extrovertida, a quien solo llamaré F porque desconozco si
le apetece ser nombrada (Intuyo que no le importa, pero no le pregunté ni le
comenté que escribiría sobre ella) atinó a expresar una idea en la que no había
reparado. “Quiero estudiar. Iré a la Universidad para demostrar que las mujeres
de mi origen también pueden hacer cosas importantes. Quiero sobre todo
demostrárselo a esas mujeres. Por eso llevo el velo.” Parpadeé un tanto
incrédula y ella continuó:”Si me lo quitara, me confundiría entre todas, no
verían qué soy y por lo tanto, no llevaría el mensaje donde quiero que llegue”. “Mi
madre y mis hermanos, que viven en Bélgica, me dicen que me lo quite, pero yo
prefiero llevarlo ahora, precisamente porque puedo no llevarlo, en mi familia
no me lo imponen”
En resumen, el velo como reivindicación, el velo contra los
veladores a la fuerza. Fue un chispazo de novedad. Siempre he percibido ese
signo como algo limitante y pernicioso, pero entendía sus argumentos aún sin
acabar de compartirlos.
Algunas horas más tarde, ya a solas, estuve rumiando la
conversación. ¿No era la actitud de esta mujer tanto o más libre que la de las
activistas que se filman en la red arrojando sus hiyab al viento? ¿No tendrían
algunas feministas de pasquín y algunos opinólogos de renombre que conversar
con muchachas como F antes de hacer sus encendidísimos alegatos? He leído por
ejemplo hace pocos días a Perez Reverte referirse a estas estudiantes como
portadoras del velo y desmaquilladas. Acabáramos ¿Es el maquillaje la liberación? Si
se considera condición sine qua non de
juventud y femineidad, no lo es en absoluto, pero como mujer también coqueta de
vez en cuando, me gusta usar afeites. ¿Haría este caballero mención al corte de
pelo o al rasurado de un hombre al hablar sobre su autonomía personal? Creo que
no, pero al hilo de ello les cuento que F, que se reconoce presumida, combina
muy bien sus sombras de ojos y su barra de labios con el color del atuendo
diario.He tenido ocasión de comprobarlo a menudo.
También desde nuestros teclados de no mahometanas, las
mujeres occidentales bienpensantes nos permitimos decidir si esos velos son opresivos, nos
indignamos con el significado que les atribuimos sin pensar en cuantos velos
hemos colocado nosotros, europeos civilizados, en tantas cabezas y cuerpos.
Comienzo pensando en las enfermas de cáncer en tratamiento,
esas mujeres que tienen que usar
pañuelos, turbantes o pelucas para ocultar secuelas de un tratamiento agresivo. Y no parece que el debate esté en el modo en que lo sujetan o en cuantas vueltas le dan a la prenda para colocársela.Se da por supuesto que deben, se les enseña a ponérselo, a maquillarse y tratar de
disimular su lucha. ¿Imagina alguien que se camuflasen las muletas, las
escayolas, las sillas de ruedas con atuendos ad-hoc? ¿Por qué no se trabaja del mismo modo cuando
se trata de hombres enfermos? ¿No es esto presionar y condicionar?Lo dejo correr. Sé que existen mujeres forzadas a usar el velo, ignorarlo sería pueril, pero ¿Por qué presuponemos que todas lo son? Hay pañuelos y pañuelos. Entiendo
que una mujer, por sí misma, por sus propias razones, sean de salud, de creencia o de reivindicación personal ELIJA cubrirse. La diferencia está en la libre elección no
condicionada por el modo en que sus convecinos pensamos que debe comportarse.
Cambiando el foco, se me ocurre que los
diferentes grados de ocultamiento corporal, capilar y facial de las mujeres musulmanas se basaron en una
concepción represora, pero he asistido a clases en el instituto y en la universidad
junto a algunas monjas cristianas y no recuerdo jamás que nadie les haya pedido
retirarse las tocas o remangar los hábitos. Ni tan siquiera para acceder a ministerios,
ayuntamientos u otros centros oficiales. ¿Es porque se las presupone buenas? Entendido
que pudiendo ver el rostro sea suficiente para la identificación ¿Cuál es la
diferencia real entre unas y otras a partir de ahí? Ocultan bastante menos un
suéter y un pantalón ceñidos, complementados con un hiyab o una shayla que un
hábito de tres capas y una toga católica, mire usted. Por cierto, que a todos
nos pareció emotivísimo que Teresa de Calcuta recorriese el mundo envuelta en
un shari hindú y escondiese su cabeza bajo toca. ¿Cuál es el mensaje real?¿Podemos
decir que no estén reprimidas las mujeres hindúes?
Por cuanto a ser símbolo de represión, pocas cosas más
representativas de ella que los crucifijos que, por cierto, están poniendo de
moda algunos de esos grupos a quienes decimos combatir desde occidente.Cuélguese usted un buen crucifijo de oro al cuello y déjese de velos y tocados,
señora mía. En cuanto a lo represivo de otras culturas y religiones, dejaremos para otra ocasión comentar sobre católicismo, amish, ritos gitanos, hinduismo y varias decenas más por no tratar sencillamente de nuestra avanzada sociedad laica donde siguen poniéndose en valor tantas costumbres excluyentes.
Así las cosas, aterrizo en la idea de que, una vez más, no
son los objetos, sino la atribución que cada cual les hace, lo que puede resultar indeseable.Atribución desde un lado y desde el otro. Entiendo y puedo compartir la idea de que no se acuda a los lugares
públicos embozado. Sea usted hombre o mujer, debe ser identificable cuando
comparte espacios con el resto de la población y lo de menos es si se cubre con burka o con una máscara del pato Donald, no es aceptable. En ese asunto me mostraría poco
flexible. Entiendo también que si uno se apunta a un club determinado, por
ejemplo un colegio donde se viste determinado uniforme, se exija a todo miembro
que prescinda de aderezos ajenos a lo establecido. De ahí para delante, me
parece hacer un fundamentalismo libertador con toda la contradicción que la
expresión encierra. Es patéticamente contradictorio pretender
liberar a una ciudadana de un atuendo tradicional y a menudo favorecedor para
imponerle luego los dictados de una moda incómoda, cosificadora pero muy
civilizada, como pueden ser las colecciones otoño-invierno de Zara o de Primark. De las de Ágata Ruiz de la Prada trataré otro día.