"Menos mal que existen los que no tienen nada que perder, ni siquiera la historia."

El camino de la coherencia



Desde la infancia, aún antes de tener consciencia de lo que estas palabras significaran, Brazoleño pugnaba por ser fiel a aquello que creía justo. Esta actitud de fidelidad al propio pensamiento costó reprimendas escolares y más de un desencuentro.

Hoy Brazoleño se descubre de nuevo, pero aún más que nunca, en la difícil tesitura de elegir entre dos fidelidades igualmente valiosas para sí, de una parte, la lealtad y la gratitud para con quienes entiende por amigos, respondan o no a la definición al uso. Por otro lado, el encaje entre esa fidelidad y la que se debe a las propias convicciones ¿Cómo pueden ambas cosas ser incompatibles? ¿Cómo puede suceder que alguien a quien se ha tomado cariño, con quien se ha compartido y departido durante horas aparezca de pronto tan terriblemente distante como para que sea necesario elegir entre él y uno mismo?

Son tiempos difíciles para todos, es bien cierto, pero no lo es menos que son estos momentos críticos los que van definiendo la ruta. Brazoleño siempre ha sido intenso en sus filias y fobias, pero siempre ha dejado peso, muy consistente peso, a su cerebro, al pensamiento y a la reflexión. Por eso las circunstancias se hacen tan complicadas. El cerebro recuerda al corazón los abismos entre el fondo y la forma, el corazón sigue sopesando y dando espacio a ese valor intangible que permite que algunos actos, en momentos cruciales, valgan por toda una vida de desaciertos.

Hasta la fecha, Brazoleño ha seguido dejando que gane  el corazón, a costa de parecer también incongruente. Y es que algunas relaciones nos ponen a prueba a cada momento. Ningún camino tan largo, esforzado y solitario al fin como el de la propia coherencia