"Menos mal que existen los que no tienen nada que perder, ni siquiera la historia."

Readers indigest

Hace bastantes años, cuando Brazoleño se desenvolvía relativamente cerca del poder (o de ciertos poderes) una de las cosas que llamaban su atención eran los llamados Gabinetes de prensa. En aquellos momentos, estos departamentos tenían como tareas principales la emisión de comunicados en nombre del jerifalte de turno y la elaboración de resúmenes de prensa que facilitaban al susodicho el acceso a las noticias que sobre él y sus hechos pudieran publicarse cada día.

Era claro que mentes tan ocupadas y versadas en tantos menesteres no podían perder su valioso tiempo ni en pensar y redactar por sí mismos una respuesta pública ni, menos aún, dedicar una parte de él a expurgar los diarios a la caza y captura de nada. Ciertamente, la existencia de tales gabinetes permitía que algunos jóvenes titulados de la facultad de periodismo tuvieran acceso a un salario, nada que objetar a tal asunto, si no fuera porque, tras varios encuentros y encontronazos, Brazoleño tuvo que asumir que la realidad acababa siendo menos halagüeña.

Muchos de los "gabineteados" desistían por completo de cualquier actividad lectora, quedando entonces al buen o mal hacer de sus empleados el mantenerlos mínimamente informados de lo que en el mundo se cocía, otros limitaban su lectura a aquello que el gabinete no revisaría (supóngase el MARCA, el AS-que aún coleaba- y, mucho menos a menudo, quizá, el "National Geographic"). Como resultado, el despego de la realidad era tal que la desconocían por completo.
Aún en la memoria de Brazoleño perdura la reunión con un señor ministro del entonces "Ministerio de Educación y Cultura" en que aquel acabó pidiendo a los propios estudiantes que le presentaran un dossier sobre aquello que le estaban contando porque desconocía por completo los hechos de que se le hablaba en la reunión, pese al arsenal de carpetas que poblaban su parte de la mesa.

El problema de estos señoritingos y señoritingas que se conducen como lo que nuestras abuelas llamaban "nuevos ricos" es que se han acostumbrado tanto a los resúmenes, a los extractos, a los "digest" -que dirían los yankees y los titulados de Cambrigde-que ya no se molestan en la ampliación y relectura que en buena praxis correspondería tras revisar el trabajo de su gabinete de prensa, sino que arramplan ya contra todo y todos con el mínimo recorte a medio trabajar, poniéndose en vergonzosa evidencia día sí y día también.

Ya entonces a Brazoleño se le ocurrió pensar cuánto poder tenían aquellos versados selectores que ponían en orden las lecturas del señor ministro.
A ratos, en su ingenuidad, quiere pensar Brazoleño que lo mismo estamos como estamos porque a los gobernantes, a sus adláteres y a la mayoría de aspirantes, nadie les da a leer la realidad del país, sino un selecto cóctel de otras novedades sin trascendencia. Pero luego recuerda que estas personas, además de viajar en coches oficiales, reunirse con brazoleños y salir por la tele diciendo cosas que su gabinete les ha redactado, cobran un sueldo que todos pagamos. Entonces le agarra una señora indignación multiplicada por mucho, pues piensa que como mínimo, deberían velar porque sus "gabineteros" desempeñen su labor sin sesgo, con eficiencia y honestidad que ya darán ellos por sí mismos el sesgo oportuno a lo leído. Y luego, se le ocurre también que les debe ser muy práctico culpar no ya al mensajero, sino a quien seleccione los mensajes de aquel, como acabó comprobando en aquella reunión de aquel ministerio hace ya tantos años.