"Menos mal que existen los que no tienen nada que perder, ni siquiera la historia."

JUNTOS Y REVUELTOS

     Así que las mujeres que dicen representarme y defender mis derechos, se descuelgan con una manifestación perfectamente organizada en cuya cabecera y primeras filas se impide la presencia de hombres. Una convocatoria clara y detallada que insiste en que ese inicio es "ESPACIO NO MIXTO". Lo que no excluye, claro, es la ineludible batucada tras la que ya no importa quien se ponga. Mi respuesta de mujer- alienada por el patriarcado, imagino- es: Ni de coña contéis conmigo, moninas  . Y me sale así, despectivo e incluso un poco machirulo si lo quieren. ¿Podemos permitirnos excluir cómplices y relegarlos a un papel de segundones florero cuando lo que decimos estar reivindicando es la igualdad? Estoy segura de que no y por eso me espanta que esta campaña, a la que los sectores más inmovilistas del país están tachando de excluyente, resulte darles la razón con detalles como éste. 

     No, claro que no puedo compartir los argumentos de señoras como Cristina Cifuentes o Inés Arrimadas. Entre sus eslóganes y mis ideas media un océano de distancia, pero lo triste, lo trágico si se me permite, es que no hallo menor distancia con convocatorias tan chupiguay como la que nos ocupa. Os habéis pasado de frenada, compañeras. Lo siento. 

     Siendo niña y estando en casa de unos tíos, acerté a vislumbrar en la tele-aún en blanco y negro- a una señora que me resultó entonces desagradable, malencarada y gruñona, sin que hoy consiga recordar ni una sola de las palabras que decía. El programa podía ser "La Clave" o una de aquellas entrevistas de Soler Serrano... tampoco eso lo recuerdo. Sí me quedó grabado, para mí que empezaba a tomarme interés por las cosas de los mayores y a pensar bastante fuera de norma, el desagrado y el nombre de la persona: Lidia Falcón que, ahora sé, fundó el Partido Feminista y ha sido activísima en las reivindicaciones políticas en general y femeninas en particular. Seguramente tengo algo que agradecerle a ella y a sus compañeras y, seguramente, mucho de cuanto ahora puedo se deba a personajes como el suyo, pero aún hoy, cuando la veo o la escucho, prevalece el desagrado, el impacto de aquella primera vez que, pudiendo haber sido un deslumbramiento-como lo fueron otros hallazgos de aquellos días- resultó en todo lo contrario. Algunos años después entré en contacto con el llamado MOC (Movimiento de objección de conciencia, antimilitarista) nadie me pidió cuentas porque fuera una cría o porque yo no estuviera obligada al servicio militar. Al contrario, me animaron a participar en cuanto tuviera ocasión... Vienen a cuento estos recuerdos- cada cual tendrá los suyos, que seguro difieren de los míos- a los modos de proceder en estas luchas, que, clandestinas o a cara descubierta, deben aún darse si se pretende una sociedad más justa. No sobra nadie que esté dispuesto a empujar el carro. 

     Al igual que en mi recuerdo infantil, muchas mujeres, pretendidas portavoces de lo femenino, me dejan percibir en sus modales un rencor que tizna su mensaje. Teniendo claro que la mayor parte de cuanto apuntan coincide con mi esquema de sociedad, me tengo que obligar a un esfuerzo de posibilismo y empatía para seguirles la conversación. No me cabe duda de que también ellas habrán vivido sus experiencias de aplastante patriarcado, sus malos tratos visibles o encubiertos, el paternalismo malsano que tantos hombres practican- a menudo sin apercibirse- pero en sus apriorismos, en sus malos modos, en sus generalizaciones, percibo antes el afán de venganza individual y privada que el deseo de progreso y de justicia. Así las cosas, me es tremendamente difícil sintonizar y lo peor es que creo que no soy la única. Han pasado demasiados años y demasiadas cosas en nuestra sociedad occidental como para que sigamos siendo más capaces de ahuyentar a patadas a un compañero que de enfrentar efectivamente al enemigo y éste, claro está, vuelve a aprovecharse de ello una y otra vez.

    Así que Brazoleño, un año más, seguirá defendiendo otros modos de hacer donde ni los genitales ni el cariotipo  determinen el papel de cada cual en esta sociedad, menos aún el papel que ha de jugarse en una manifestación, por ello mismo, no estaré el 8 de marzo en la calle, ni delante ni detrás de la batucada. Para nuestro mal y-como he dicho- hay tanto por hacer que seguro que no nos faltan espacios donde reivindicarnos sin que los hombres honestos y progresistas sobren, donde de verdad, ese neologismo peyorativo de "feminazi" no se vea respaldado por hechos y donde, a la postre, no estemos engordándole el caldo a los mercados. Nos reclamo juntos, revueltos y lo que fuera menester. ¡Pue faltaría más!