"Menos mal que existen los que no tienen nada que perder, ni siquiera la historia."

Nôtre Dame, nôtre honte

Os ofende. Os trae por el camino de la amargura que hayan ofrecido ya cientos de miles de euros para restaurar Nôtre Dame y no haya arcas llenas para los pobrecitos de tantos otros lugares... A unos -donantes- y a otros -críticos- podría llamar hipócritas casi por igual si no fuera porque me consta que entre quienes hacen estas llamadas de atención hay mucha buena gente, personas bien intencionadas que leen y piensan "¡Oye, mira, pues es verdad!" y le dan al dichoso like y al compartir...Por eso prefiero decir tan solo que creo que se están equivocando las cosas, que errais el tiro.
Son asuntos diferentes y perfectamente compatibles, se puede lamentar con toda el alma la pérdida de un testigo de la historia europea, incluso pensar en contribuir a su reconstrucción, sin dar por buenas las desgracias que suceden en otras partes del mundo, incluso sin desentenderse de ellas. La comparación me parece de una demagogia barata y desorientada. Pongamos las cosas en su lugar, esto que se está llamando indiferencia o hipocresía tiene mucho de saturación, el hecho de que cada lunes y cada martes nos bombardeen-a nosotros, por fortuna, solo informativamente- con noticias sobre lo mal que están allende nuestras fronteras, acaba convirtiendo en normal y cotidiana la visión del niño hambriento, de los chalecos naranjas en las playas, de tantas otras cosas... (Podría pensarse que a veces hasta se trata de eso, de saturarnos para que nos acostumbremos, pero ese es otro cantar). La realidad es que nos anestesiamos. Es la dosis cotidiana de horror. Cuántos niños ahogados en las costas despues de ¿Cómo se llamaba aquel?... ¡Ah, sí! Aylan, pobre crío. ¿Y cuántos sin nombre tras él? ¿Cuántas desconocidas o innombradas en Yemen antes, durante y después de Amal Hussain?.¿Cómo se llamarían los niños de Haití? ¿Y los de Uganda?...

Nôtre Dame es un hecho puntual que, por lo mismo, destaca de entre el conjunto. Es normal que nos haya llamado la atención y, como no podría ser de otro modo, nos conmueva. Es menos adecuado que la mayoría de nosotros no sepamos que, el mismo día, ardía en Jerusalén la mezquita de Al-Aqsa, tercer lugar sagrado de los musulmanes del mundo y con innegables valores culturales -Estoy convencida de que también habrá potentados musulmanes dispuestos a contribuir para su restauración- pero se explica por la proximidad cultural y emocional, por más globales que nos pretendamos.
Por otro lado, arreglar una catedral, así sea una joya del gótico, es casi tan solo cuestión de dinero. Las piedras pueden comprarse, tienen valor y tienen precio, lo demás es mano de obra, cualificada seguramente, pero solo eso. Lo de la hambruna, los conflictos y la migración es mucho más complejo. Quedarnos sobrenadando en los dineros es caer en la misma trampa que llevamos cayendo por siglos: caridad, que no justicia, ni justeza. ¿Les llevamos unos cuantos aviones de ayuda humanitaria, un poco de nuestro modo occidental de ver la vida y ya está?

¿Quién es aquí el hipócrita? Vamos a tentarnos un poquito las ropas todos antes de lanzarnos a señalar, porque nosotros, ciudadanos de a pie, igual no podemos donar cientos de millones, cierto, pero igual podríamos no apoyar a los gobernantes y a las empresas que llevan allá y acullá la guerra, las armas o la explotación, a quienes les impiden reconstruir sus vidas, a quienes nos ofrecen las garantías de una vida que no nos tizne, que no pringue a diario. Igual podríamos pedirles cuentas y no quedarnos solo mirando la tele, las fotos de gatitos o las espantosas fotos de las redes. Igual nuestra conciencia debería activarnos a mucho más que hacer una mínima donación lavaconciencias y a compartir un texto, que ha escrito otro, reprochando a alguien que haga algo, lo que sea, si bien no es lo que habríamos esperado.

Por mi parte, desde mi escasa o nula autoridad no reprobaré a quien dona para Nòtre Dame, si me incomodan quienes, llenándose la boca de piedades y compasiones, siguen permitiendo sin decir ni mu o incluso apoyando con entusiasmo que nos manejen aquí y allá personajes dispuestos a vender armamento, a cerrar puertas y playas, a levantar muros físicos y mentales y a seguir propiciando que esas fotografías saturadoras no sean solo un recuerdo de tiempo pasado, como lo es Nôtre Dame.