"Menos mal que existen los que no tienen nada que perder, ni siquiera la historia."

Así no. En ningún caso.

Mira que parece fácil, oye, pero en un país donde muchos y muchas no distinguen un elogio o una gentileza de un acoso, donde HASTA LOS JUECES NECESITAN que el código les explique cómo diferenciar entre abuso y juego erótico compartido, era de esperar que acabaran pasando cosas como las que hoy ocupan tertulias y portadas.

La cacareada suspensión de vacaciones de la familia Iglesias- Montero es solo la punta de un iceberg que, a diferencia de los naturales, no se derrite con el calentamiento, sino que crece y crece hasta que, si no nos ponemos a ello, nos lleve a todos al fondo como un Titanic donde la orquesta no tocará, porque estará ocupada en aporrearse con los instrumentos.

No hay duda de que en el seno del partido morado hay demasiadas INsensibilidades y que tener de portavoz a alguien como el señor Echenique no contribuye a serenar los ánimos de nadie (Temo que ni siquiera los del señor Gabilondo, que ya es decir) pero no podemos justificar las barbaridades de unos en las salidas extemporáneas de otros si de lo que se trata es de convivir en sociedad. 

A mí me resulta tan sencillo que me parece mentira tener que explicarlo, pero después de leer las pretendidas solidaridades de algunos feligreses morados y de significados miembros del PSOE -tardías éstas y poco afortunadas en demasiados casos para lo que cabría desear de un responsable (¿?) político- me tomo la estúpida molestia de explicar que SÍ HAY DIFERENCIA ENTRE ESCRACHE Y ACOSO PERSISTENTE E  INDISCRIMINADO, pero también, que LO QUE AHORA ESTÁ OCURRIENDO NO HACE BUENO LO ANTERIOR.  Es decir, que el problema de que afecte a menores lo es ahora y lo era hace tiempo, cuando los menores eran hijos de otros padres y otras madres, es más, el problema es también que afecta de forma directa a adultos no implicados como parientes, vecinos, amistades, dueños de bares y tiendas, etc. 

No estoy en contra de los escraches. Es un modo de protesta contra un señor o señora que vive de la política. Va en su sueldo aguantar que el ciudadanito de a pie le ponga la cara colorada y le haga incómodo el tomar ciertas decisiones, que no le salgan gratis. Pero estoy en contra, MUY EN CONTRA, de llamar a cualquier cosa “jarabe democrático”.  Un escrache es un ACTO PUNTUAL, LIMITADO EN EL TIEMPO Y EL ESPACIO, como lo es una manifestación. Si a Pablo iglesias, su pareja o cualquier otro dirigente, le ponemos la cara colorada al acudir al Congreso, si le bucheamos en un mítin o llevamos pancartas reivindicativas a cualquiera de esos actos de lucimiento y gloria que los políticos se auto-ofrecen, nada que objetar. Insisto, va en el sueldo. Pero si acudo a su casa, a la boda de su vecino o al restaurante en que sé que va a almorzar, estaré molestando a personas cuya única culpa fue coincidir con ese político; faltaré a las normas de convivencia consuetudinarias y además perderé buena parte de mi razón. 

Los escraches en domicilios o actividades privadas salen de mi concepto de la libertad de expresión y del ejercicio democrático y son AGRESIONES que van también contra la democracia y la convivencia.

Cosa parecida opino sobre los decires de portavoces y voceras. Hay una evidente diferencia entre un calificativo insultante (que acaso entre en el terreno de la mala educación) y una calumnia (que atribuye hechos inciertos) No es lo mismo llamarme, desnortada o gilipollas que llamarme ladrona o terrorista. Usted puede ser muy deslenguado, pero NO PUEDE ACUSARME DE UN DELITO SIN PROBARLO. Si la señora Alvarez de Toledo llamara a Echenique “perroflauta” usaría un calificativo despectivo, que acaso denotase malos modales. Si lo llama “terrorista” o “narcotraficante” estaría cayendo ella misma en delito de calumnia, salvo que puediera probarlo. Añadamos a ello, que la calificación de los delitos ha evolucionado con el paso de los tiempos. Quienes un día eran considerados agitadores o terroristas, pueden ser hoy vistos como adalides de la libertad; cosas de la evolución social. Veanse si nolos caosos de Desmond Tutu,  Martin Luther King o los abolicionistas... Con ciertas barbaridades hay que medir muy bien, sobre todo si lo hacemos desde la pretensión de defender la verdad democrática

Para concluir, la democracia y la convivencia en este nuestro país necesitan urgentemente que quienes creemos que otra España es necesaria y posible, pongamos pie en pared y exijamos alto, fuerte y sin medias tintas  un cese del “todo vale”, de los “todos son iguales” y que empecemos a practicarlo  antes de que sea tarde. Por la cuenta que nos tiene, por los que fueron, por los que no deberían ser nunca más.


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